17 de febrero del 2023
Educar en la libertad a adolescentes: 1 situación y 2 ideas
Educar en la libertad a adolescentes
“Hacer lo que me da la gana” es probablemente la definición de libertad preferida del adolescente. Además de ser cómoda, resulta muy práctica para sus intereses y, sobre todo, sus apetencias.
Cuando tu hijo es bebé, casi todo resulta adorable. Cuando es un niño, casi todo es agradable. Tus hijos te ven como un gigante, un héroe que tiene soluciones para todo y que le da seguridad en cada paso.
Un día, sin darte cuenta, la pubertad llama a la puerta. Y aunque te hayas leído todos los manuales a tu alcance, parece que nada te prepara del todo para el adolescente. Ese proyecto de ser humano que ya te mira a la altura de los ojos y por encima del hombro en cuanto puede.
Ha llegado el momento de recordar que es el mismo de siempre y que es una maravilla en desarrollo, aunque parezca que esté peleado con todo. En su cuerpo y en su interior todo es desequilibrio. Podríamos hablar largo y tendido de todos los “problemas” que tu hijo representa. Puede resultar útil centrarse en uno de ellos y sacar de ahí principios aplicables en cualquier momento.
Una situación
Tu hijo te dice que quiere ir a un plan, pero tú no lo ves nada claro. La falta de detalles en su explicación tampoco ayuda. Entonces le dices:
– No lo veo conveniente.
– ¡Pero es que todos van!.
– A ver, ¿quiénes son todos?
…Y ya sabemos cómo sigue.
Dos ideas
Para educar en la libertad a adolescentes, puede resultar muy útil acudir a Sócrates y pasarle la pelota a ese hijo que cree que ya lo sabe todo.
– ¿Por qué es bueno que vayas a este plan?
Y a través de preguntas, hacerle pensar hasta que llegue al fondo de las razones que le mueven.
De alguna manera, le invitamos a poner al descubierto sus principios y a expresar sus necesidades (curiosidad, necesidad de aceptación social…). Así, también podremos ofrecerle alternativas que no le lleven a renunciar a sus principios.
El resultado final de este intercambio depende de la claridad de principios y, en muchos casos, de las ganas de resistir que se tengan. Lo bonito es que estas dos cosas van de la mano: cuanto más claro se tenga el criterio, más capacidad se tiene de defenderlo y caminar los kilómetros que haga falta.
Como tengo muy claro que el criterio obedece a un regalo que quiero hacerte a ti como persona, porque sé que te va a enriquecer, no tendré problemas en defenderlo hasta donde sea. No se trata de contener al adolescente, sino de ayudarle a construirse.
Cuando tenemos eso claro, no solo se ven beneficiados los criterios, sino también su comunicación. Las normas ya nunca serán reglas vacías basadas en el “porque sí”, sino razones que marcan las coordenadas hacia el bien.
Y es que ahí está en el fondo la clave de educar en la libertad a adolescentes. Ese bien representa el destino al que quiero llegar. Lo define todo y hace que todas las dimensiones de la persona se desarrollen de una manera única e irrepetible en cada persona.
Por eso, la pregunta que conviene hacerse no es “¿hasta dónde le dejo libertad a mi hijo?” sino “¿hacia dónde va dirigida esa libertad?” Es decir, “¿cuáles son las coordenadas?” Porque una vez estén definidas, educar en la libertad a adolescentes es ayudar a recalcular la ruta en cada momento, en cada éxito y después de toda caída.