29 de noviembre del 2021
Los mejores regalos que se pueden hacer
Muchos niños sueñan ya sobre los regalos que les traerán los Reyes Magos, mientras que los mayores nos estrujamos la cabeza para acertar con los mejores regalos de cumpleaños, aniversario, bodas, y tantas otras celebraciones.
Leí un libro que hacía referencia al arte de hacer regalos en el que se explicaba, entre otras cosas, que el regalo habla por uno mismo, que cada obsequio que uno hace se convierte en una expresión del propio gusto, en una muestra del interés hacia el obsequiado, e incluso en una muestra del poder personal. Además, se describía todo tipo de regalos: baratos, extravagantes, de cumpleaños, para el jefe… así como las costumbres de varios países sobre los mismos.
Nada de lo anterior me llamó excesivamente la atención. En cambio sí me sorprendieron dos líneas –sí, sólo dos líneas de las decenas de páginas que tenía el libro– que me hicieron reflexionar: la dedicatoria que la autora hacía a sus padres y la cita que la acompañaba: “El único regalo verdadero es parte de uno mismo”.
Encontrar el regalo adecuado puede llegar a ser un arte, pero hay algunos regalos que están dentro de nosotros, dentro de nuestras familias, regalos que hacen que las personas se sientan bien y que no cuestan ni un euro. No hay que ir a comprarlos, solo hay que entregarlos.
Además del regalo material, que en muchas ocasiones tendremos que hacer, hay regalos que fácilmente podemos hacer y aprovechar así la ocasión para enseñar este ‘arte’ a los demás, a los hijos en primer lugar.
Los mejores seis regalos que podemos hacer
1. Regalar nuestro tiempo
En la sociedad en la que vivimos no se da tanto una pobreza material como una pobreza de tiempo. Tiempo para el buen Dios, para nuestro cónyuge, para nuestros hijos, para nuestros amigos… La madre Teresa de Calcuta decía: “No tenemos tiempo para nuestros niños, no tenemos tiempo para el otro, no hay tiempo para poder gozar uno con el otro”.
2. El regalo de la escucha
Bien es verdad que es una disciplina que con frecuencia no se enseña, al contrario de lo que ocurre con el habla, con la lectura o con la escritura, a las que se dedican cientos de horas. Con más motivo hemos de practicarla y enseñarla; hasta llegar a la verdadera escucha, la empática: sin interrumpir, siendo capaz de ponerse en el lugar de la persona que te está hablando, prestando atención a lo que te dice y a cómo te lo dice, qué lenguaje corporal está utilizando.
Se dice que hay que intentar escuchar –por lo menos– el doble de lo que hablamos, por eso tenemos dos oídos y una boca y ésta la podemos cerrar, pero aquellos no.
3. Los detalles de cariño
Ser generosos en la demostración de cariño por la familia, por los amigos: un beso, un abrazo, una palmada en la espalda, un apretón de manos…
Hay que empezar siempre por el cariño entre los esposos. Los hijos, para que se sientan seguros y lleguen a ser adultos felices, necesitan haber asimilado la ternura de sus padres. El cariño hay que demostrarlo y comunicarlo, para que, el día de mañana, nuestros hijos puedan transmitirlo.
4. El regalo de la disculpa.
Cuando cometamos algún error, cosa que hacemos a menudo el común de los mortales, sea de la magnitud que fuere, con la esposa, los hijos, los amigos…que sepamos pedir perdón.
Pero hay que saber que una disculpa sincera tiene tres partes: a) lo siento; b) quizás la culpa fue mía; y, c) ¿cómo lo puedo arreglar? La tercera –a pesar de ser la más importante– se suele omitir.
5. El poderoso regalo de la gratitud.
Ser agradecidos y enseñar a serlo. Sobre todo a los hijos, que saben lo que valen las cosas, pero no siempre saben lo que cuestan.
La gratitud es algo muy sencillo pero muy poderoso. Una de las formas de hacer sentir bien a las personas es decir “muchas gracias”. En muchas ocasiones es cuestión de justicia; en otras, de magnanimidad.
6. El regalo de la sonrisa.
De entrada es la forma más barata de mejorar nuestra apariencia.Cualquier persona que conozcamos merece ser saludada con una sonrisa, ¡empezando por los de nuestro hogar! Y recordemos que nadie necesita tanto de una sonrisa como aquel que no sabe darla a los demás. ¡Es tan importante para educar! Nunca hemos de subestimar la importancia de estar alegres, algo perfectamente compatible con la exigencia.