7 de marzo del 2017
Más y mejor
Tarde de 1997. Mis padres llegaron a casa de una entrevista con el profesor. Entre mis hermanos, pelotas y gritos, mi padre se acercó y me dijo algo que jamás olvidaré: “Hoy vamos a cenar tú y yo solos”. Dejó de lado tantas coses para regalarme 30 minutos y una hamburguesa, que aquello me dio la confianza, Seguridad y exclusividad que necesitaba en aquel momento. Para mí fue un punto de inflexión.
Noviembre de 2012. Me reuní con unos padres para ver qué podíamos hacer para mejorar el hábito de lectura de su hijo, ya que el proceso estaba bastante estancado. Establecimos un plan conjunto: transmitir el gusto por la lectura, valorar los pequeños progresos y no agobiarle. A base de ir aplaudiendo por ambas partes los pasos que iba dando, a los pocos meses el alumno ya había asegurado el hábito. Nada de magia: poner en común, unificar criterios y caminar juntos.
Diciembre de 2016. Tenemos la primera entrevista con la profesora de nuestro primer hijo; tiene un año mal contado. Después de valorar su adaptación al colegio y su evolución, nos preguntó si nuestro hijo tenía ya algún encargo en casa. “¿Un niño de un año ya con encargos?” pensé. Nos propuso uno: tirar el pañal a la basura. “Lo probaremos”, dijimos ilusionados, pero poco convencidos. ¡Desde el primer día los ha tirado todos!
Lo vi como alumno, lo vivo como profesor y ahora lo vivo también como padre: familia y escuela nos necesitamos, ya que juntos hacemos más mejor.