17 de septiembre del 2020
Educar en la diversidad
Ya hace unos cuantos años que soy maestra en Viaró. No diré cuántos para no espantar, pero algunos de mis primeros alumnos ya han acabado la carrera. Hasta ahora había estado en Infantil y este año me he estrenado en el primer ciclo de Primaria en el Departamento de Arte.
Siempre he pensado que un grupo clase es como una microsociedad, dentro de ella encontramos una gran diversidad, tanta como niños o niñas tienes en el grupo. Cada uno de ellos con sus características, sus realidades familiares, sus capacidades y sus defectos… Todos somos diferentes. Yo también.
La labor del maestro es favorecer y crear un clima de comprensión, empatía y tranquilidad donde cada uno de sus alumnos pueda sentirse valorado, respetado y sea importante para el resto del grupo. En definitiva, velar por un entorno feliz donde cada niño pueda desarrollarse de una manera sana emocionalmente hablando.
En estas primeras edades, el clima de aula es muy importante. Siempre hemos definido nuestro Viaró Infantil como una pequeña, gran familia. Estamos completamente convencidos de que las sonrisas de nuestros alumnos son nuestro mejor baluarte.
No siempre es fácil conseguir este clima, cada vez tenemos una diversidad más grande dentro de los grupos y las maneras de enseñar o llevar una clase han de cambiar. Los maestros y las escuelas nos tenemos que adaptar y formar para poder llegar a todos los alumnos y para dar una educación de calidad centrada en la individualidad del alumnado. Atenderemos, así, las tres dimensiones de la persona: intelectual, espiritual y emocional. Una educación global.
Las nuevas metodologías (que en realidad muchas ya estaban inventadas) nos llevan a diseñar estrategias para hacer a nuestros niños y niñas capaces de trabajar en equipo, capaces de escuchar, de valorar las aportaciones y las diferencias de ellos mismo y de los demás, a descubrir las habilidades de los compañeros, sus emociones… En definitiva, a dar una oportunidad a todos, partiendo de la premisa de que todos tenemos muchas cosas a ofrecer.
Un buen punto de partida para conocer a nuestros alumnos es la observación en los momentos de juego libre, que tantas cosas dicen de cada uno de ellos.
La reflexión surge: ¿Como veo a este alumno? ¿Está contento? ¿Puedo hacer alguna cosa para ayudarle?
Y respecto a la actuación: ponerme a su altura, tomar contacto visual, poner una mano en su hombro, intentar ponerme en su lugar… En definitiva intentar ver las cosas con ojos de niños, ya que dentro de la escuela somos su referente. Para muchos niños, sobre todo para los más frágiles, somos mucho más que eso. Esto es lo que nos diferencia entre transmisores de conocimiento o referentes, modelos de empatía, flexibilidad y justicia.
Ha habido momentos en los que me he planteado a mí misma si estaba siendo suficientemente flexible, si estaba pidiendo a los alumnos que se adaptarán a mi manera de ser y hacer, o si bien al contrario era yo la que me tenía que adaptar. Creo que es la obligación del maestro, como persona adulta y madura, adaptar sus metodologías, el biorritmo del aula, las dinámicas grupales… a la realidad del grupo.
Si nos fijamos en las teorías educativas, durante los años 1950 Loris Magaluzzi, maestro y educador, fue el iniciador einspirador de la metodología docente de las escuelas de Reggio Emilia. Dedicó toda su vida a la construcción de una experiencia educativa de calidad. Magaluzzi ya afirmaba: “El niño tiene cien lenguajes, cien manos, cien pensamientos, cien formas de pensar, de jugar y de hablar, cien siempre cien formas de escuchar, de sorprender, de amar, cien alegrías para cantar y entender”.
¡Cien! ¡Qué gran diversidad! ¡Qué riqueza para ver y entender el mundo que nos rodea, para prepararnos para la vida! Es necesario que intentemos atender a los alumnos ofreciendo diferentes canales de expresión, ya sea con la estimulación musical, con la psicomotricidad, el arte, los proyectos o los espacios de aprendizaje de los más pequeños.
Dentro de la etapa de Infantil todo esto queda muy patenta. Vivir la diversidad es algo habitual, de una manera o de otra tendremos que hacer extensible esta forma de entender la educación del futuro. Es necesario preparar realmente a nuestros alumnos para una sociedad cambiante, global y exigente.
Donde aprender a valorar la idea genial, la diferencia, la empatía, el respeto y la adaptabilidad centrada en la persona serán indispensables si queremos llevar a buen puerto nuestro mundo.
Las asambleas de aula, compartir nuestras experiencias, dedicar un poco de nuestro tiempo a descubrir a quién tenemos al lado…. son actuaciones que mejorarán nuestra clase, nuestra escuela y, en definitiva, nuestra sociedad.