20 de abril del 2023
La Biblioteca de Aula. Un recurso que potencia la lectura
Bien, ya están casi todos sentados y han abierto sus libros. Es la hora de la biblioteca de aula. Los de siempre, desde el minuto uno, totalmente enfrascados en la lectura y los de siempre, también, remolones para empezar. Lucas se frota los ojos como preparación. Me mira con resignación, arquea las cejas, resopla y parece decirme “a ver si me llegan las ganas”. Ladeo la cabeza y sonrío.
En la zona de las estanterías, Nacho y Matías cuchichean algo mientras fichan el libro que ha traído Pablo. Uno pone la etiqueta en el lomo, el otro escribe los datos en la ficha y la coloca en la carpeta. Casi cada día llega algún libro nuevo. Son los bibliotecarios de 6ºC. Están orgullosos de su encargo.
Gabriel pasea indeciso por los estantes de la biblioteca de aula. Tiene más de 100 libros para elegir. Están expuestos y puede ver las portadas de todos como si fuera un collage. Mira uno y lo deja. Luego otro. Finalmente, ojea un par más del expositor de la derecha y se decide por otro de la saga de los Gatos Guerreros. Sabía yo que acabaría allí. Cuando encuentran un buen filón, no paran hasta agotarlo. Viene a mi escritorio para que tome nota de su nueva adquisición y mueve el libro como un abanico para que su amigo lo vea, pero Álvaro está sumido en una batalla gatuna de la misma serie y ni se entera.
–A ver Gabi, ¿qué me traes? ¿otro de los Gatos Guerreros? –le digo en voz baja.
–Sí. Es que son muy buenos. Cuando Álvaro acabe el suyo y yo éste, nos los cambiamos.
–Vale. Te lo apunto.
Tecleo el título en su casilla y compruebo el anterior.
–¿Me has dado la ficha de este último?
–Sí, ayer. ¿No se acuerda?
–Pues no. Justamente ayer contamos los libros que habíais leído entre todos en los ocho meses que llevamos de curso. ¿Cuántos eran?
–Cuatrocientos ochenta –dice el otro Lucas, siempre con la antena puesta, cerca de mi mesa.
–Eso, casi quinientos. Por eso no me acordaba. Lucas, tú sigue leyendo, que ahora no estoy contigo –le digo a Lucas, que ya se había metido de lleno en nuestra conversación–. ¡Ah, sí, lo tenía apuntado, perdona! Ayer puse “FICHA” y la fecha. ¡Caramba! ¡Este es tu libro 35! No está mal, ¿eh?”
–Bueno, sí. Es que en mi casa leo mucho también.
–Correcto, así me gusta. Aparte de leer hay que hacer más cosas en casa, no lo olvides.
–Sí, sí. Ya me lo dice mi madre.
El Plan de Lectura de Centro
Gabi tiene el motor lector interno activado. Está enganchado a la lectura, lo mismo que otros muchos alumnos. Están leyendo y están queriendo leer mucho. Una parte de este resultado se debe al planteamiento de la Biblioteca de Aula para el módulo diario de lectura, el tiempo de lectura en casa y, finalmente, a la propia enseñanza de cualquier asignatura enfocada siempre como estrategias lectoras para aprender. Esos son objetivos clásicos del PLEC (Plan de Lectura del Centro): enseñar a leer, leer para aprender y el gusto por la lectura.
–¿Qué significa “crepitar”? –Juan me pone el libro a un palmo de la cara y señala con el índice esa palabra.
–“Crepitar” es un tipo de ruido; creo que es el que hace la leña cuando arde, pero toma, míralo en el diccionario y así estaremos seguros.
–Gracias –dice tomando el diccionario.
Novedades en la Biblioteca de Aula
Recientemente hemos introducido algunas novedades en la Biblioteca del aula que están funcionando muy bien este curso.
La primera novedad ha sido colocar los libros en unos expositores para que se vean bien todas las portadas. Los alumnos están encantados. Cuando pasan delante de la biblioteca, se paran para mirar los libros, los señalan, los cogen y comentan cosas como “lo he leído, a ti también te gustará”. Nuestra biblioteca de aula es un imán visual, lo primero que se ve al entrar en clase.
–Es cierto, “crepitar” es más o menos lo que ha dicho usted del ruido y el fuego –me dice Juan, dejando el diccionario sobre mi escritorio.
La segunda novedad en la Biblioteca de Aula es la forma de fichaje y préstamo de libros, los propios del aula y los que, de forma voluntaria, traen de sus casas y que a final de curso se los volverán a llevar o dejarán en el colegio. Entre todos han traído una buena cantidad y los tratan muy bien. Un par de alumnos gestionan las fichas y los préstamos.
La tercera novedad –quizá la que más ha influido en el éxito de la experiencia – es un sistema rápido, sencillo y funcional de control de lo que leen. Tan sencillo como un documento Word con el nombre de los alumnos y, debajo del nombre, numerados automáticamente, los libros leídos con las fechas de inicio y final, y la palabra “ficha” cuando la han cumplimentado y el profesor la ha validado.
También es bueno incluir alguna observación o incidencia –positiva o negativa– para que tengan la percepción de que el profesor conoce la situación lectora de cada alumno. También para tener datos y comentarlos en las tutorías personales y con los padres. “El ojo del amo engorda el caballo”, y el ojo del tutor engorda la suma de libros leídos.
Los alumnos siempre tienen un libro de lectura, que llamamos “el libro amigo”, porque siempre va con ellos, en casa o en el colegio. El plan de lectura se hace con ese libro hasta que lo acaba o lo cambia, siempre con el conocimiento del tutor. Este plan supone una hora diaria de lectura, media en el colegio y media en casa. El tiempo de lectura en casa aumenta progresivamente: quince minutos el primer mes, veinte el segundo y media hora a partir de noviembre.
La media hora de casa forma parte de los deberes y, por tanto, el resto de tareas –estudio y/o ejercicios de “papel y lápiz” – tiene que durarles, como máximo, media hora o tres cuartos más. Un buen porcentaje de alumnos asume enseguida este sistema y está encantado de leer media hora en casa. Otra parte –como ocurre siempre – piensa que el sistema es fabuloso porque tienen pocos deberes (de “escribir”, como dicen ellos) y nadie puede controlar su lectura. No dura mucho esa “alegría”. Rápidamente descubren que el tutor realmente sí sabe si leen o no leen, porque ven cómo lleva el control de la biblioteca de aula y dedica tiempo a ello.
Un tiempo diario dedicado a la lectura
Podemos llevar a cabo esa observación durante el módulo de lectura diario previsto en el colegio. Se trata de una conversación personal de pocos minutos con cada alumno, unos cuantos alumnos cada día. Si conseguimos que se ágil, en una semana se puede hablar prácticamente con todos los alumnos. Con alguno puede ser útil hacerlo más a menudo, dependiendo de su actitud y sus necesidades.
Mientras leen, el profesor llama a un alumno y le pregunta por el libro, por qué página va (la apunta con la fecha, aunque no siempre), si le gusta, qué argumento tiene el libro, qué ocurre en estas páginas que está leyendo en la actualidad; qué personajes aparecen, cómo son, si entiende el vocabulario. A veces, el profesor puede tomar el libro, mirarlo, leer algo, preguntar al alumno qué lugar es ese que sale en esa página, etc. También, dependiendo del alumno, convendrá pedirle que lea un trozo en voz alta para comprobar que el texto no le resulta demasiado complicado.
El tono de esa conversación es grato y amistoso. El alumno se siente valorado y animado a seguir así. A veces se le propone un pequeño objetivo lector a corto plazo. Ese control es un acicate para todos, especialmente para los más reticentes. Gracias al recurso de la Biblioteca de Aula, llega un momento en el que el tutor sabe de verdad si el alumno está leyendo o no y el alumno lo nota, de manera que acaba leyendo el tiempo previsto, se habitúa a hacerlo y poco a poco llega al gusto por la lectura, que es el objetivo de todo este empeño.
También es un momento adecuado para recomendar personalmente lecturas a cada alumno y abrir horizontes de nuevos tipos de libros: de más nivel, con otras temáticas, para salir o entrar de la ficción o para leer en otra lengua.
Hacia el final de curso, uno de los lectores más reticentes comentaba: “Ahora ya sé qué tipo de libros me gustan, los que tratan de historias reales de las personas”. Me gustó oír ese comentario, porque siempre he creído que cualquier persona es un lector empedernido siempre y cuando encuentre su libro. Parte de nuestra misión educadora es ayudar a cada alumno encontrar su libro. El esfuerzo dedicado a organizar y poner en marcha la Biblioteca de Aula siempre vale la pena.
Con los años, cuando me preguntan a qué me dedico, digo que soy profesor de primaria. Si me preguntan más, digo que, en el fondo, enseño a leer, a leer para aprender y a fomentar el gusto por la lectura. Si insisten, les digo que mi ilusión más grande es la de enseñar a pensar para aprender autónomamente, para que no me necesiten. La lectura es quizá el mejor instrumento para el pensamiento y el aprendizaje. Compensa aprender a gestionarla en el colegio y en los hogares.