Los buenos modales son el buen trato hacia las otras personas y las cosas. El objetivo es ser cortés y respetar a los demás. Para ello desde bien pequeños los niños deben aprender normas de cortesía y comportamiento.
El mejor ámbito donde enseñar y aprender todo ello, es el familiar. Es bueno que los padres eduquen con hechos, dando ejemplo y con palabras, explicando todo lo necesario con dedicación y tiempo. Los primeros educadores son siempre los padres y es importante que elijan un buen colegio según su ideario para que les acompañe en la gran aventura de educar.
No hay buenos modales ni obediencia sin exigencia. La verdadera relación paterno-filial se basa en el amor, el respeto y la confianza. Para corregir a un hijo tenemos una arma buenísima: la pedagogía positiva. Ésta nos dice que es mucho más efectivo alabar una virtud que recriminar un vicio o un fracaso. Para educar una voluntad fuerte en los niños hay que ser firmes y constantes, ello ayuda a evitar hijos caprichosos.
Dos buenos trucos serían:
-anticipar situaciones dando o recordando cuatro normas concisas y claras (ej: comer fuera o en familia, asistir a fiestas, ir de visita…)
-ocupar a los niños. Generalmente, un niño bien ocupado es un niño educado. Es bueno evitar un exceso de momentos muertos, dar encargos a los niños desde muy pequeños (les darán responsabilidad, experiencia y servicio a los demás) y mantener ratos de juego y/o deporte en función de la edad (mediante el juego podemos desarrollar buenos hábitos de convivencia).
Los niños aprenden el buen trato hacia los demás en casa, viendo el ejemplo que les dan sus padres al tratarse el uno al otro y cómo cada uno de ellos también trata individualmente a los demás, tanto familiares, como amigos, como desconocidos…
Por último, algunos buenos modales que los niños pueden aprender a cuidar en la mesa.
A modo de conclusión, sería bueno destacar que todo a la vez y en un día no se consigue y que el tiempo por sí solo tampoco. Por ello es bueno marcarnos pequeños objetivos desde los primeros años de nuestros hijos e irlos aumentando conforme se van superando. Si sembramos con alegría, constancia y perseverancia, tarde o temprano recogeremos los frutos.
Un niño con buenos modales suele ser un niño educado. Corregirles es quererles, pues deseamos lo mejor para ellos y no hay duda que los niños serán más felices y seguros viviendo en un ambiente de exigencia y cariño.
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