Por un momento, paraos a pensar sobre las decisiones que tomáis en vuestro día a día o a lo largo de la vida… ¿Verdad que las emociones tienen una influencia directa, más o menos decisiva en todas ellas?
Ante esta realidad, educar emocionalmente a nuestros pequeños tiene que ser uno de nuestros retos y objetivos. Es un hecho que los niños con capacidades en el campo de la inteligencia emocional son más felices, más confiados y tienen más éxito en la escuela. Del mismo modo, es la base para que crezcan como adultos responsables y atentos.
Para poder desarrollar la inteligencia emocional, hay que tener en cuenta los cinco aspectos que Daniel Goleman señala como fundamentales. Incidir en cada uno de ellos en conjunto les aporta las herramientas necesarias para gestionar sus sentimientos y desarrollar seguridad en sí mismos:
Por ello, desde nuestras aulas de infantil trabajamos interdisciplinarmente estas capacidades, para que crezcan como niños emocionalmente inteligentes:
-A través de la conversación espontánea intercambian experiencias y vivencias con sus compañeros, lo que supone hablar de sentimientos, estados de ánimo, sensaciones, emociones, gustos, problemas… Promoviendo tanto el autoconocimiento como el conocimiento de los compañeros y así comprenderse los unos a los otros y ponerse en su lugar.
-A través de la narración de cuentos les ofrecemos la oportunidad de vivenciar y aprender sobre sentimientos humanos desde una distancia de seguridad que les permite sentir sin riesgos. Los cuentos permiten la introspección, la autoconciencia y el autoconocimiento. También puedes hacer que los niños comprendan alguna emoción básica y empaticen con su protagonista.
-A través del juego simbólico identifican sus propios sentimientos y el de los demás, teniéndose que poner en la piel de otros para poderlos representar e imitar. A la vez aprenden a resolver problemas a través de la experiencia. Estimulémoslos a resolver problemas, en lugar de intervenir para resolverlos nosotros mismos. De este modo le enviamos el mensaje de que puede aprender a confiar en su propia iniciativa.
-Mediante el juego libre y las dinámicas en gran grupo aprenden a relacionarse con sus iguales, identificando la diversidad de relaciones y sentimientos que mantenemos con los demás. Favorecen las relaciones interpersonales, las habilidades sociales: respetar los turnos de palabra, el saber ganar o perder (autocontrol)…
Son algunos ejemplos de cuándo y cómo trabajamos la inteligencia emocional en el aula, pero siempre se dan situaciones inesperadas perfectas que brindan la oportunidad de trabajar las emociones de manera más individualizada o a nivel grupal.
¡Ah! y no olvidemos que somos su ejemplo, el espejo en el que se miran. Nuestra forma de interactuar es muy importante.
Anna Cartañà
Tutora P3B
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