Todos queremos hijos bien educados y bien formados en todos los ámbitos de la vida (es decir, en los ámbitos social, cultural y humano). Queremos formar a nuestros hijos con una fortaleza y una seguridad que les permita superar todas las dificultades que se van a encontrar en su camino.
Para ello, los hijos deben tener establecidos en el hogar unos hábitos de conducta que, con su repetición, irán configurando unas pautas de comportamiento adecuadas al estilo de educación que queremos para ellos y que les permitirá enfrentarse con seguridad a los retos que les plantee la vida.
La comunicación entre padres e hijos también es fundamental. Una comunicación sincera, abierta, con comprensión pero sin abandonar el rol que cada uno debe ejercer. Los padres con exigencia y disciplina deben enseñar a los hijos lo que está bien y lo que está mal. Y tienen que ir a la par, con unidad de criterio por parte de los dos.
Y los hijos deben cumplir con respeto y obediencia las normas establecidas por sus padres en el hogar familiar, siendo poco a poco conscientes de las razones y consecuencias de sus actos. Los límites son necesarios para poder poner orden en su vida, orden que les ayudará a formar su personalidad.
Esto requiere por parte de los padres, firmeza y coherencia, y por parte de los hijos, disciplina y obediencia.
Debemos ser un buen ejemplo. Los hijos necesitan que les ayudemos, motivemos y guiemos. Necesitan que estemos presente en su día a día. No se educa por correspondencia. Hay que estar allí, siendo modelos de conducta madura y responsable.
La adecuada formación de los hijos como personas maduras y responsables, les permitirá actuar correctamente a lo largo de su vida. Así podrán alcanzar sus objetivos, siempre con esfuerzo, perseverancia y trabajo.
Para terminar sólo decir que educar no es tarea fácil, no hay manual ni recetas mágicas. Requiere de mucha firmeza, coherencia y afecto de los padres a sus hijos. No debemos rendirnos nunca, es una tarea que dura toda la vida y que está llena de satisfacciones. Pero hay que pensar que nuestra familia es nuestro mejor proyecto vital. Y para llegar a buen puerto necesitaremos grandes dosis de: comunicación, cariño, exigencia y paciencia.
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