29 de enero del 2022
Una mirada sobre el acoso escolar
Antes de escribir este artículo, algunos de mis antiguos profesores me reconocieron que hace 25 años no se hubiesen alterado ni hubiesen abierto sospechas de acoso escolar ante una frase tan simple como: “Profe, no encuentro mi estuche”.
Sin embargo, hoy en día sabemos que esto puede constituir el comienzo de un problema de compañerismo que, de no ser atajado a tiempo, puede crecer hasta convertirse en un problema muy grave. “Profe, en casa tampoco está.” Seguro que aquí nuestras pulsaciones se han acelerado. ¡A cuantos hace años les hubieran regañado también en casa por despistados! Ayudemos a nuestros hijos a encontrar “sus cosas” porque de eso se trata educar y porque si no a la larga perdemos todos.
En el siglo de la nanotecnología los docentes y los padres también hemos de estar al tanto de conectar cualquier pequeño hecho aislado con un posible caso de acoso escolar.
No es fácil, por eso hay que caminar un paso por delante y reincidir cada día en la importancia del compañerismo dentro del plan de formación. Concretamente, en Viaró sistematizamos esa educación para la convivencia a través de nuestro Proyecto de Convivencia. Preguntas como: “¿Trato bien a mi familia y amigos?” “¿Pido las cosas por favor?” deben aparecer en la conciencia de todos nosotros y nunca darlas por consolidadas. Deberíamos entender el mundo bajo una mirada nano-ética, de hecho vivimos en el mundo de las pequeñas decisiones y por ello enseñar a nuestros alumnos e hijos a detenerse y pensar antes de hablar o actuar es vital.
Así empiezan muchos casos de acoso escolar
Como decía, en el colegio los problemas de acoso escolar comienzan en muchas ocasiones “inocentemente,” disfrazados de bromas o juegos que -continuados en el tiempo- se encallan hasta generar conflictos cotidianos y, por consiguiente, aparecen las rencillas, es decir, estados de hostilidad entre alumnos que pueden desembocar en acoso escolar si no se cortan a tiempo.
Es muy común encontrarnos a niños de 4º de Primaria que se acuerdan de problemas de compañerismo en la etapa de infantil. Estos “juegos infantiles” pueden ser el uso de apodos que derivan en insultos, no dejar jugar porque me ha ofendido en algo previamente, las bromas en las que se esconden el material y los juegos de lucha que suelen acabar en peleas de verdad.
Prudencia para investigar antes de señalar al acosador, el testigo o la víctima
Muchas veces, como en las películas de suspense, los papeles de víctima, testigo o acosador son difíciles de distinguir y los adultos podemos llegar a desesperarnos cuando nuestro hijo viene a casa diciendo que no le dejan jugar o que el niño de siempre le ha pegado otra vez.
Podemos estar tranquilos porque en Primaria estos trances habitualmente son simples conflictos que suelen ser de causa-efecto y no hay que preocuparse porque son hechos que se solucionan in situ. Por eso hay que trabajar en equipo con el colegio informando de los diferentes puntos de vista hasta conseguir cerrar el círculo con éxito.
Si nos vemos en una situación similar es importantísimo no formarnos una opinión total y mucho menos un juicio de valor hasta haber hablado con el profesor. Para el profesor se trata de una labor detectivesca porque un mismo sujeto puede comenzar siendo testigo, después acosador y por último víctima, de ahí que haya que preocuparse de lo que ven, de lo que oyen, de lo que dicen y por descontado de lo que hacen. Normalmente el profesor es quien mejor nos pueda dar una visión y unos objetivos para trabajar día a día.
Solucionadores de problemas: Conocer para prevenir el acoso escolar
Es nuestra obligación conocer a nuestros alumnos e hijos profundamente. En algún caso, los niños más movidos o hiperactivos son más propensos a encontrarse con este tipo de situaciones difíciles. Niños con alto nivel de impulsividad que yo llamaría TAV (testigo, acosador y víctima), o TVA, pues por imitación en un contexto determinado sabemos que todos somos capaces de lo peor y de lo mejor, por lo que en algunos casos conocen y han vivido los tres estadios. Me viene a la mente la cita de “El hombre en busca de sentido” de Viktor Frankl: “El hombre es ese ser capaz de inventar las cámaras de gas de Auschwitz, pero también el ser que ha entrado en ellas con paso firme y musitando una oración.”
El ejemplo que uso en una de las charlas en 5º de Primaria es mucho más cercano. Un niño golpea a otro sin querer con la mochila y le pide perdón acto seguido. Les pregunto: “¿Qué harías si fueseis el niño golpeado?”. Por cada acción mal hecha vamos doblando un papel que representa la persona sin daño emocional ni físico. Al final de la charla el papel ha quedado doblado y por mucho que estiremos (algunos me han dicho que lo han planchado en casa) las huellas del dolor quedan para siempre como cenizas; como en la vida real.
Conocer las circunstancias de los demás para comprenderles
La historia continua. El niño del ejemplo no cree que le haya dicho la verdad y le propina un cachete de vuelta. A la pregunta “¿Qué haríais ahora si fueseis el niño de la mochila?” casi todos responden, “devolvérselo.” ¡Tendríais que ver su reacción al descubrir que a ese niño no le han creído porque está siendo hostigado por más niños de su clase y siempre le mienten! ¡Está harto de que le peguen y por eso, desesperado, se defiende! Sabiendo esto nadie le devolvería la cachetada. Es un caso de cómo el acoso escolar puede ir agravándose hacia el mismo sujeto dejando secuelas emocionales de gravedad. Sabemos que debemos preparar a nuestros hijos para sufrir, por eso la gestión de aquello que no me hace sentir bien es importante.
¿Qué debemos hacer? Antes de pegar… respira, analiza y piensa cómo puedes ayudar a solucionarlo. Tú no eres ni víctima, ni testigo ni acosador; eres solucionador de problemas y por eso estás en Viaró y en este mundo. Al final, todos convenimos que hablar con un profesor o adulto siempre es lo mejor y que poner la otra mejilla tiene un sentido de grandeza absoluto en muchos casos.
La mejor vacuna contra el acoso escolar: la comunicación
Como usted ya ha averiguado, una buena vacuna contra estos problemas es enseñar a nuestros hijos y alumnos a comunicarse concretamente y, sobre todo, enseñarles a perder el miedo a pedir perdón.
Como decíamos antes, el niño que no ha perdonado algo que pasó en infantil tiene un problema porque su estado no es equilibrado con respecto a otro y hay que ayudarle a solucionarlo, explicándole nuestras debilidades, errores y fortalezas; pedir perdón con sinceridad es de personas fuertes y perdonar lo es aún más.
Esas rencillas y escaladas de rivalidad entre alumnos se pueden interrumpir con el trabajo de todas las partes implicadas, con paciencia y fomentando rutinas que favorezcan el buen trato. Es necesaria la aparición de la madurez emocional (dar tiempo al tiempo) para que se solucione definitivamente, sobre todo si el caso atañe a niños con un alto grado de sensibilidad. En estos casos, Viaró dispone de un Departamento de Orientación, que puede guiarnos de manera exacta en la gestión particular de cada problema.
Educación emocional para ser personas equilibradas
En los últimos años ha resurgido la educación emocional porque es importantísimo dar estrategias a los más jóvenes sobre cómo conectar nuestros estados de ánimo con las situaciones y el contexto determinado. Así les damos pautas de cómo ser personas equilibradas, reincidiendo en la sensibilidad humana como otro punto en común entre todos nosotros, de ahí que el ejemplo del papel sea muy acertado a estas edades.
En conclusión, propiciar un ambiente adecuado con el objetivo final del servicio a los demás es poner los cimientos para una buena futura relación. Ir un paso por delante siempre, pero si alguna vez aparece un problema, aprovecharlo alegremente para educar.
Quim Carreras, quien orientó mis primeros pasos en Viaró, se entusiasmaba al ver esos minúsculos problemas cotidianos para hacerme ver su importancia, pues para él eran la ocasión perfecta para educar. Así que cuando veamos errores de nuestros hijos y alumnos, en lugar de desesperarnos, motivémonos y aprovechémoslos para reforzar el bien que hay en ellos, bien sean víctimas, testigos o acosadores.